Fue Sartre quien, por primera vez, rompiendo con la larga tradición que se inició con Tales de Mileto en Occidente, le dio sexo al ser, más aún, le dio sexualidad. Pero además también reflexionó sobre la caricia como lenguaje propio del deseo, sobre la tortura, el odio, la seducción y sobre todas las relaciones que estudiamos en este texto. (…) La pretensión de este libro es muy alta, porque con él quiero lograr lo que Sartre no pudo o no quiso hacer. Tal vez pensó que escribiendo novelas, piezas de teatro, guiones de cine y artículos de prensa, su pensamiento filosófico quedaría plasmado en ellos. Pero para poder reconocerlo se necesita conocer su pensamiento filosófico.