Cuando se habla del cine y sus inicios, se tiende a pensar en grandes personajes y superindustrias que, en un abrir y cerrar de ojos, habrían conquistado el mundo casi sin contratiempos. Tal aseveración resulta atractiva en tanto mito fundante, mas no se sostiene desde una perspectiva social e histórica. Si se observa en profundidad el fenómeno, tarde o temprano se constatará que la formación de la esfera cinematográfica en Chile presenta dos grandes características que desdibujan el lugar común: una cultura empresarial marcadamente plebeya y una altísima conflictividad social y política. A partir del trabajo con documentos comerciales, prensa, revistas y archivos estatales, entre 1907 (con la primera sala de cine regular) y 1932 (año en que la sonorización y la crisis económica anunciaban un nuevo ciclo), este libro afirma que el cinematógrafo, luego de una recepción tibia (y racional) entre los sectores oligárquicos, se masificó a partir de gestores reacios a la cultura dominante, en biógrafos baratos y populares, con imágenes generalmente conflictivas para la élite ("picantes", "subversivas"). Como consecuencia de este desafío, diversos poderes sociales y políticos implementaron estrategias de represión y cooptación que, si bien concentraron fuertemente el paisaje cinematográfico, no lograron quitarle del todo su tinte confrontacional. En otras palabras, La masificación del cine en Chile, 1907-1932 busca hacer justicia con la dimensión colectiva y abierta de los procesos socioculturales. No se trata de una historia cerrada entre productores y consumidores, sino de un cuadro más amplio: de cómo distribuidores y exhibidores, públicos y cronistas, políticos y censores, confluyeron y lucharon para construir proyectos de esfera cinematográfica.