Este es un jardín de versos a la altura de los niños: simple y transparente en su forma; denso, rico y complejo en las imágenes que convoca. Estos textos entonan la canción de un universo maravilloso y cotidiano, donde los niños vibran al unísono con sus sueños de la naturaleza y el mundo que los rodea. Cada lugar, cada momento, cada objeto, es un pretexto para un viaje imaginario, un viaje que al mismo tiempo es una evasión y un refugio.
Al hablar del niño singular que fue, lo que hace Stevenson es narrar la infancia misma. Ilya Green también se puso a la altura de los niños: ellos son el centro de sus ilustraciones oníricas y melancólicas; ellos son los héroes de estos pequeños cuadros, delicados y vibrantes, que nos sumergen en un mundo donde la mente vagabundea.