Más que otra novela de la Revolución mexicana, este relato que narra las hazañas y atrocidades, las desventuras y sufrimientos de seis rancheros que se unen al ejército villista y que han jurado no abandonar nunca al líder, ofreciéndose en sacrificio para salvar su vida, se despliega como la ascensión de un nuevo sistema de valores en tanto alternativa a la moral de la sociedad burguesa en alianza con la religión católica tradicional. En sus seis protagonistas –los Leones de San Pablo– se configura el encuentro de unos hombres en un destino común por el cual reconocerse y, en ese reconocimiento, encontrar una identidad desde la conciencia de la presencia del otro. Sus protagonistas son, precisamente, la expresión de un colectivo que se estructura, tal como señala Jorge Aguilar Mora, como “uno más los otros; los otros más uno”. Estos combatientes revolucionarios se rigen por una moral que no admite ni jueces ni una valoración apriorística de lo que es bueno y lo que no lo es. Solo los actos –que no esperan ninguna recompensa y que normalmente conducen a la muerte– llevan en sí mismos su propia justicia. Ellos son concretos y se refieren más a la transparencia en la conducta, a la destreza y habilidad que a principios abstractos materializados en mandamientos universales. En ¡Vámonos con Pancho Villa!, los hombres son sujetos únicos, despojados pero, por sobre todo, libres; y es justamente en esa libertad y en el triunfo moral en donde encuentran su verdadero lugar.