El hombre es, según Spinoza, a un mismo tiempo eterno y efímero. Y es que la mente puede concebir las cosas como actuales de dos maneras: ya sea en relación a un cierto tiempo y un cierto lugar, ya sea sub specie aeternitatis. Sin embargo, el sistema spinocista, en el que la eternidad y la duración están definidas de manera sumamente precisa, no parece decir mucho respecto de sus relaciones. La dificultad de los traductores para traducir la expresión sub specie aeternitatis es signo de esta dificultad conceptual. ¿Cómo los modos finitos, cuya existencia no es necesaria sino simplemente necesitada, pueden tener en común con Dios esta eternidad, característica de un ser causa de sí? ¿Lo que subsiste después de la muerte del cuerpo y de la desaparición de la memoria es realmente eterno como lo es la substancia, o es meramente sempiterno? Si los modos finitos poseen realmente esta calidad, tal como la substancia, ¿cómo se articula su existencia actual temporal con su existencia actual eterna? Estas son algunas de las preguntas a las que el presente libro intenta dar una respuesta. Y lo hace a partir de un examen minucioso del estatuto ontológico de la eternidad, mediante el cual se busca determinar si ella es una y la misma para el conjunto de la naturaleza, o bien si ella es múltiple y diferente para la substancia, los modos infinitos y los modos finitos. Es sólo de esta forma que es posible comprender la naturaleza exacta de un conocimiento sub specie aeternitatis y de esclarecer las relaciones entre tiempo, duración y eternidad en el pensamiento de Spinoza.