Cuatro mujeres fabrican arpilleras para venderlas y subsistir en una época de cesantía generalizada y en que la sociedad chilena debía soportar en silencio las angustias y penurias de un estado dictatorial. Hay ingenuidad, humor y fortaleza en el contexto de una fresca dramaturgia que entonces develaba la trastienda de una realidad doblemente difícil de llevar. En la época, la elaboración de las aparentemente sencillas arpilleras, se constituyó en un símbolo del esfuerzo colectivo, la solidaridad, la creatividad y la dignidad, destacando el papel de la mujer humilde como motor y sostén de la familia.