¿Qué tipo de oportunidades y también de dificultades nos ofrece la lengua que hablamos, hoy, en relación con una demanda social cada vez más urgente, la de la igualdad simbólica de las mujeres?
Tenemos derecho a voto, somos ciudadanas, aunque sea de manera muy reciente; estamos incorporadas a la fuerza de trabajo y a la vida económica como nunca antes; tenemos una fuerza colectiva y una convicción, un poder que nunca tuvimos en la vida pública y política. No obstante, hay mucho desajuste entre la realidad de las mujeres y el discurso social que se refiere a ellas. Este desajuste, anacrónico, suele perpetuar simbólicamente una discriminación cotidiana, habitual y la mayor parte de las veces inconsciente, una verdadera rémora cultural. En este marco surge una demanda de cambios en el lenguaje, a fin de crear conciencia de los cambios sociales. Estos cambios, tanto léxicos como morfológicos, se introducen de manera intencional, voluntarista, y esperan ser empleados por colectivos cada vez más amplios. La preocupación no es nueva y ha estado en los estudios universitarios desde los años setenta. Lo nuevo es que haya llegado a la calle, a la demanda social legítima y legitimada, a todas las esferas de la vida ciudadana. Grandes universidades, grandes medios de comunicación, muchos periodistas recurren a la Academia Chilena de la Lengua para aclarar dudas y tensiones en torno al tema, y para responder a las exigencias y solicitudes del alumnado y del público lector. Ante esta demanda permanente, la Academia decidió hacer una conversación pública entre académicos —lingüistas y periodistas— y otras personas interesadas, en un formato renovador. Fue un espacio de reflexión sobre el lenguaje en que se dieron no solo ideas y respuestas, sino también incertidumbres, sospechas, interrogantes acerca del lenguaje inclusivo. De ese acto, y de ese espacio, trata este libro.
CATALONIA