Cuento poético ilustrado por la propia autora, artista radicada en España, acerca de lo efímero del arte y su valor humano fundamental. Un anciano sin hogar recorre las calles cada mañana, recogiendo papeles y carboncillo, para luego dibujar todo cuanto le rodea. Al caer la noche, busca un sitio donde dormir, enciende una fogata usando los dibujos hechos durante el día, y se acurruca junto a su única compañía, un perro que, supuestamente, nada sabe de arte.