«Para destacar la importancia de El capital, en el prólogo a la edición en inglés Friedrich Engels escribió que en el continente era considerado como ¿la Biblia de los trabajadores?. Más allá de la intención elogiosa, la metáfora es desafortunada, porque es un libro que no pretende transmitir verdades reveladas, ni prescribe normas de conducta para ganar el Paraíso o alcanzar el comunismo. Su significación y trascendencia reside en la agudeza y profundidad con que expone las características y dinámica que el capital impone al antagonismo social y la explotación, incluyendo el entramado de justificaciones ideológicas, fetichismos e ¿ilusiones reales? sin las que no podría funcionar.
Por otro lado, es verdad que el libro fue concebido con el propósito explícito de ayudar a que el naciente movimiento obrero combatiera con más claridad y efectividad, y no sólo por sus intereses y reivindicaciones inmediatas, sino por ¿una revolución total? y ¿la creación de una sociedad nueva?. Estos principios, enunciados ya en Miseria de la filosofía, orientaron el formidable proyecto crítico-revolucionario que Marx desarrolló hasta el final de su vida y fueron a su vez precisados y ratificados en el curso de tan colosal elaboración.
Marx no se cansó de insistir en que la tarea de la clase trabajadora no era luchar contra tal o cual fracción de la patronal, ni debía ser reducida a combatir a la burguesía en su conjunto por su afán de lucro, porque de lo que se trataba (y se trata aún hoy) es de enfrentar y superar el insostenible metabolismo económico social del capital, antagónico, agonístico, expoliador, destructivo y, en definitiva, inhumano.