La crítica de las vanguardias históricas (primera décadas del siglo XX) al principio de la "autonomía" del arte, no sólo condujo a la instalación de otro tipo de obra literaria y artística que a su vez generaría otro horizonte de expectativas estéticas (el nuestro todavía) el contemporáneo), sino que también trajo consigo un efecto importante sobre otra zona del campo institucional de los géneros discursivos: la inevitable reevaluación de los géneros referenciales (carta, diario íntimo, autobiografía, crónica, etc.), hasta entonces domicilio de algo así como la escritura de al lado, jerárquicamente remitida a un lugar estético menor y subordinado y en relación al que ocupaba (uno central desde luego) la escritura de los géneros regidos, y privilegiados, por el principio de "autonomía". En otras palabras: los géneros referenciales poco a poco comienzan a hacerse "visibles" como clases de discursos por cuya organización y producción de sentido pueden transitar "también" (y no sólo por la poesía, la novela o el drama) las grandes peripecias de la historia del sujeto, las grandes temas de la cultura, e incluso, por qué no, los grandes modelos estéticos.