Juro decir la verdad, la primera apuesta literaria confesa de Rodrigo Téllez, entra en la pintura de la sociedad chilena a través de un pincel narrativo poco frecuente: la declaración forense. El autor convierte el acta fiscal en género literario y logra hacer de la árida voz del declarante un relato persuasivo que cautiva. La sala de un juzgado de familia oficia aquí como un desaguadero de desdichas. En el centro del drama se encuentra una niña bajo sospecha de haber sido abusada por su padrastro. Sobre este tremendo desajuste, se configura el escenario de un sistema judicial con sus fallas humanas, pero, sobre todo, con su dignidad de servicio público y, en este caso, en favor de los más desvalidos.