“No perdonan que el pueblo conquiste el gobierno, dice el presidente, y siempre los poderosos intentarán impedirlo a sangre y fuego. Si llegamos a ese punto, afirma enérgico, yo no me rendiré. Y golpea con el puño cerrado la mesa. Siento que se me aprieta el pecho. Sigue un tenso silencio. Desde ese momento sé que estaremos con él hasta el final. Una sensación heroica nos invade. Luego remacha con voz firme: Los viejos robles mueren de pie…”