“Flores del Desierto” nos trae otra pieza del puzzle con la que vamos armando nuestra historia, la de los de abajo, dejando fluir las voces de diez mujeres que construyen en torno al Consejo Nacional Indígena en México.
No hay que escarbar mucho para encontrar las similitudes con historias más cercanas: la persecución por defender el territorio de las trasnacionales, represiones que matan la mitad de una familia, injustas cárceles -físicas y subjetivas- y el abanico de destrucción que el neoliberalismo trae consigo. Y como esas mujeres que conocemos, porque son nuestras compas, vecinas, amigas, se paran ante la gran máquina y gritan ¡basta!, y que, en la labor cotidiana, con el trabajo de hormiga, van rescatando y rescatándose.
“Flores del Desierto” es un libro para mirarse, no con lo excepcional de quienes relatan sus historias, sino que en la creencia que son representantes de los mundos de muchas mujeres que se sitúan en su propia historia, con los pequeños y grandes granos de arena que aportan en la construcción de una sociedad otra.