“Escuché hablar de Fidel por primera vez en mi infancia, bastante antes del 1 de enero de 1959. Por entonces su nombre se decía en voz baja y a veces se percibía en los murmullos de los mayores. […] Así que lo primero que aprendí de Fidel es que a veces había que ser discreto: no se podía decir su nombre. […] Por lo mismo también fue secreto que, de mis soldaditos de juguete, mis afines eran los rebeldes, y que sus enemigos eran los mismos enemigos de los rebeldes de la realidad.”
Del prólogo de Silvio Rodríguez