Aunque pareciera haber sido ayer, ya han transcurrido más de catorce años desde que un ejército de enmascarados bajaron de las montañas para remecer el mundo, los imaginarios y las esperanzas de los excluidos y excluidas de la modernidad que amenazaba con hacerse universal a pesar de las miserias, hambrunas, guerras e injusticias que asolaban el planeta. Cubiertos con pasamontañas y pañuelos indígenas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional llenó de asombro noticiarios televisivos, despachos radiales, artículos periodísticos a lo largo y ancho de los continentes. Buscando nuevas formas de lucha, seduciendo con un lenguaje desconocido en la enmohecida izquierda “tradicional”, ocupando todos los medios que tienen a su alcance, instalaron las ideas de la fuerza de la esperanza, del valor de la palabra verdadera, del orgullo por la dignidad rebelde, de democracia, libertad y justicia para los olvidados de la historia. Así se ganaron espacios y esfuerzos en grandes medios de comunicación, pero, por sobretodo, en los más insignificantes e ignorados recursos informativos de los sectores populares.