En Exilios de medusas hay un ser que busca representar al género humano en su multiplicidad y en su diferencia, lo que implica un recorrido que circula por las zonas más silenciadas y confusas de lo humano, en que los extremos se unen y a ratos se confunden; en que lo femenino busca y atrae lo masculino y viceversa, y el yo no es sino una pluralidad de voces que irradian, la una bajo la otra, pasando desde la superposición hasta la negación y la acumulación. Y ninguna de estas voces tiene superioridad sobre otras, pues recorren idéntica experiencia: la soledad y el amor con todas sus paradojas: la seducción, la obsesión, la posesión, la angustia, la soledad y finalmente la unión.
