Pensado para el teatro, este texto invita a moverlo, a llevarlo a otro lugar, a jugar y a representar, a tener un diálogo con niños y jóvenes sobre lo que implica la obligación de partir, cuando los que se van son también los niños. El exilio, como se conoció en América Latina en la segunda mitad del siglo XX, siendo una de las tantas formas que toma el desarraigo, una realidad que tiene la nefasta cualidad de actualizarse a través de las vivencias de los niños migrantes y sus familias.