De sueños azules y contrasueños no es un texto común. Fue escrito bilingüe – mapuzungún/ castellano– por un autor bilingüe. Al leerlo se siente que el viento y la fuerza telúrica son parte de él; pero también se deja ver el dolor, la soledad, el miedo y la incomprensión de una sociedad diferente y poco preparada para la diversidad. Así, sus páginas, sus poemas, se tornan una puerta abierta para comprender el mundo: su mundo, su búsqueda, enfrentado o, más bien, relacionado con el nuestro. Al fin de cuentas, Elicura tiende un puente verbal entre su pueblo y el nuestro: ofrece un fogón, un mate y el diálogo que nos hace falta.
Fácil sería sostener que se trata de una poesía etnocultural; más no pensamos que sea justo hacerlo, especialmente porque adjetivándola también minimizamos y estereotipamos su importancia, segregándola más a un campo socioantropológico que al literario y poético; incluso, si así fuera, el mismo Elicura y los demás mapuches estarían en todo el derecho de considerar “etnocultural” toda la poesía del resto del mundo, viendo en ella más que sus valores literarios, los psicológicos, sociológicos y sociales que les ayuden a “comprender” nuestro comportamiento. Puesto de esta forma parece absurdo, tan absurdo como si nosotros usáramos y abusáramos de esta postura al hablar, leer, gozar y analizar su hacer artístico