Si los perros han contado siempre con sus amigos y defensores –al punto de que Platón, por ejemplo, no duda en hacer de ellos un modelo de virtud para el filósofo-rey en La República–, una tradición tan antigua como la Ilíada y la Biblia ha asociado de manera constante el perro a la miseria humana y a los contextos de desolación. Numerosos son así los personajes de estos relatos que, dejados sin sepultura, son condenados a ser devorados por los perros. Agarrándose de ésta última tradición, y haciendo gala de aquella actitud desapegada e irónica que los griegos llamaron cinismo (lo que bien podría ser traducido como “perrismo”), Jean Rolin se aventura en este libro tras la huella de este animal omnipresente en las ciudades devastadas por la guerra y en los territorios rezagados de la modernización, descubriendo tras su paso el rastro de una humanidad frágil y profundamente viva.
Trazando un recorrido que va de Turkmenistán a Rusia, pasando por México, el Líbano, Tanzania, Haití, Australia y Chile, este libro, que también puede ser leído como un conjunto de crónicas, nos ofrece un viaje por distintos territorios literarios y geográficos a la siga de aquel animal limítrofe que es el ‘perro amarrillo’, el ‘perro errante’ o, como prefiere Rolin, el ‘perro feral’: aquel que, rehuyendo el destino que le fue impuesto por la domesticación, ha vuelto al estado salvaje. Lejos de cualquier condescendencia, Rolin nos ofrece así una mirada aguda, llena de sarcasmo y de melancolía, de estos compañeros en la desolación.