Tres ensayos sobre el suicidio más que tres rescates historiográficos, pero que nos devuelven una pregunta radical: ¿ccuánto es responsable una sociedad ciega y desagradecida, chaquetera y envidiosa de estos suicidios. (…) Cada uno de ellos son figuras terribles para una sociedad pacata y conservadora como lo es la chilena, y sin embargo, son pilares y motores de nuestra identidad cultural. Figuras de anticipación, figuras contradictorias, que no pretenden ser redimidas por Cristian Figueroa y eso se agradece, pero tampoco lo contrario. Cada una de ellas es instalada en el momento culminante de su mostruocidad (pienso lo monstruoso aquí como prodigio). (…) Al final, solo quedan preguntas. ¿Cuál es la diferencia entre el mito y la historia? ¿Qué clase de héroes o antihéroes son estos tiernos y feroces? ¿Cuánto de la vida de ellos se convierte en el reflejo inverso de las deudas históricas de nuestro país? ¿Hasta qué punto la muerte de ellos representa la necesidad de redención de una sociedad que no desea la transformación o la sublima por medio de convertir al héroe en sujeto sacrificial, en pájaro de cuentas o chivo expiatorio? ¿Hasta qué punto no son sino estas marginales figuras, las auténticas madres/padres de la patria y no ese repertorio de sujetos engominados y militarizados? ¿Hasta qué punto no es esta la auténtica historia de las personas comunes y corrientes, esas que olvidamos cuando nos empeñamos en rearmar el relato de las instituciones y la de los sujetos poderosos? ¿No está acá el genuino aporte de nuestra cultura a la cultura del mundo?