La Carmencita teme a sus sueños, porque si los cuenta, ellos se hacen realidad. Pero un día encontró los ojos de Tomás, único hombre que no la mira como prostituta, sino que le habla para descubrir sus ojos. Por eso le confió su secreto, y cada mañana al despertar van amarrando sus sueños con el hilo de la escritura. Cuando llegaron a detenerla, corrió hacia la cumbre, tomó el cuaderno de los sueños y se lo entregó al Leprechaun. Tomás y Carmencita también figuran en los expedientes del juez que va a interrogar a La Negra, pero ella no va a declarar. Desconfía y siente que sus declaraciones no darán luz sobre los desaparecidos. No son sus huesos lo que ella busca.