Durante años de investigación y trabajo de campo para la ONU con enfermos terminales, prostitutas infectadas, travestis frecuentados por respetables padres de familia, adentrándose en los submundos del comercio sexual de países como Indonesia para conocer de primera mano la compleja problemática, Elisabeth Pisani conoció la «industria del SIDA»: «un mundo en el que burocracias bizantinas internacionales se enfrentan por guerras territoriales entre sí, con gigantes farmacéuticos y ONGs activistas. Un mundo donde el dinero eclipsa la verdad.
La sabiduría de las putas es el escabroso diagnóstico de dicha industria. Pisani demuestra con contundencia que el monto estratosférico dedicado a la lucha contra el sida es en buena medida malgastado por políticas erróneas o mal enfocadas. Los tabúes morales que impiden regular la prostitución, el dogmatismo religioso que continúa predicando la abstinencia como método de prevención, las burocracias que compiten por recursos para hospedarse «en hoteles de cinco estrellas para discutir todo esto tan importante», terminan siendo tan culpables de miles de muertes como el virus mismo. Una lucha efectiva contra el sida requiere del fin de la complicidad humana ya que, como bien establece Pisani: «La ciencia no existe aisladamente. Existe en un mundo de dinero y votos, un mundo de ruedas de prensa y lobbies, de farmacéuticas productoras y de activismo medioambiental y de religiones e ideologías políticas, y todo el resto de complejidades de la vida humana»