La polémica que gira en torno a la autoría, la uniformidad y otros muchos aspectos de esta epopeya dramática, no puede hacer sombra al hecho de que solo un genial poeta, de cualidades innegables, pudo llevar a cabo una tarea tan excepcional. Fuese Homero o no el autor de la obra, es indudable que el resultado fue extraordinario, al punto de encontrarnos ante uno de los principales pilares en que se sostiene la literatura épica grecolatina y, por añadidura, la literatura occidental.
Tras la guerra de Troya, en la que los griegos batallan durante diez años, el héroe Odiseo (Ulises) vuelve a su patria, la isla de Ítaca. Su esposa Penélope y su hijo Telémaco sospechan su muerte y se ven obligados a soportar a los pretendientes de la reina, que asolan su palacio, consumen sus bienes y pretenden desposarla. Tras un penoso viaje en el que mueren todos sus hombres, logra llegar a su patria y vengarse de los pretendientes, con la ayuda de su hijo y los sirvientes más fieles