Hacia una revolución de la gobernanza plantea una nueva forma de organización de las sociedades que, cada vez más interconectadas unas con otras, siguen “pensando el mundo del mañana con las ideas de ayer” y pretenden “administrarlo con las instituciones de anteayer”. Propone reconstruir una democracia que se adapte a la evolución del mundo, conservando al mismo tiempo su identidad, es decir, una forma de gobierno en la que las relaciones (y no la individualidad) formen parte del centro de la concepción del sistema.