"Soy hija de campesinos. Mi madre era de Coihueco Alto, y mi padre de Rancagua. Los dos de origen muy humilde y analfabetos. Soy la madre de Eduardo, Rafael y Pablo Vergara Toledo, tres jóvenes que fueron asesinados por la dictadura, y de mi única hija mujer, Ana. Pablo me enseñó su respeto por la gente, saber escuchar al otro. Eduardo me enseñó a luchar por los pobres y a ser pobre. Rafael, siendo el más cercano a la idea cristiana, me enseñó su valentía potente como la dinamita, su vehemencia pura. Mi orgullo es que los tres fueron subversivos, hasta el final de sus vidas...Veo, en cada niño, en cada joven que sale a luchar, la sonrisa de Rafael, la serenidad de Pablo, la elocuencia de Eduardo...” Luisa Toledo Sepúlveda luchó sin descanso por sus hijos y por la defensa de la vida y los derechos humanos. Legitimó el uso de la violencia por parte del pueblo ante la impunidad de tanto crimen cometido. Se negó tajantemente a recibir dinero del Estado por la muerte de sus hijos, y jamás dejó las calles para luchar por lo que creyó justo. Luisa fue una mujer excepcional en la historia de la lucha popular